viernes, 8 de diciembre de 2017

Carta a mi amigo invisible


                                    Carta a mi amigo invisible

Querido amigo: Hace mucho tiempo que no te escribo, ya sabes ahora ya no está de moda, la gente se comunica con el móvil, los guasas, los internetes, los chats y miles de inventos modernos que a nosotros se nos atascan cada vez que tocamos un botón de esos aparatos, sin embargo y a pesar de que yo también me dejé llevar por la inmediatez, a menudo echo a faltar las charlas con amigos, frente a unos vinos o unas cervezas, cuando tienes al amigo enfrente y le miras a los ojos no puede engañarte, antes de que te hable, su mirada ya te dice si te cuenta una cosa alegre o triste, si te va a ofrecerte ayuda o si te pide dinero, para eso estamos los amigos, bueno eso también era antes, yo ayudé a muchos amigos a empapelar el piso para casarse, a subir los muebles y también a prestarles dinero para que no tuvieran que hipotecarse, también lo hicieron ellos con migo, hoy los amigos ni se miran a los ojos, casi todos llevan gafas de sol para que no puedan adivinar sus verdaderas intenciones, luego se aprovechan de ellos para venderle aparatos de esos que a ellos ya no les sirven, a un precio que nadie les pagaría, sus reuniones son frente a un teléfono u ordenador, no saben apreciar el valor de un abrazo, ni lo confortable que llega a ser un hombro, para apoyar tu cabeza cuando tienes que llorar por algo.

Ya ves amigo como te aprecio, a ti te puedo contar todas mis alegrías, sé que no te reirás de mí, mis penas por qué no harás burla de ellas, mis secretos porque sé que están a buen recaudo, incluso mis ilusiones y planes de futuro, sé que no me lo reprocharas si no los consigo, no te cuento las cosas de cama, sabes que yo para eso soy muy reservado y solo se las cuento a mi almohada.


Después de todo esto, te cuento una historia que me pasó hace unos días, fui a ver a una prima la cual quiero mucho, ya pasa de los ochenta y empieza a notar los efectos que el peso de los años produce en su cuerpo, junto a su marido también cerca de los noventa, procuro ir a verla al menos una vez al año, solemos pasar toda la tarde rememorando nuestras vivencias y tratamos de entender el futuro, por supuesto con unas cervezas delante, lo hago porque la quiero y tal vez porque a mí me gustaría que los amigos nos siguiéramos viendo frente a unas cervezas como antes, contando nuestra batallitas y frustraciones, lo de arreglar el mundo ya me parece imposible, por las buenas no se puede arreglar, porque la gente no dialoga y por las malas ya nos fallan nuestras fuerzas, el caso es que mientras estaba con mi prima apareció su hija que de vez en cuando pasa a verlos, hacia algunos años que no coincidíamos, me dio un abrazo tan fuerte de los que solo se dan a la gente qué más se quiere, luego me dijo que tenía una sorpresa para mí, hacía muchos años que la tenía guardada y que hoy era el día adecuado para dármela, me llevó a su casa y en el mueble del comedor, en medio de unos libros cogió un puñado de papeles, eran las cartas que yo le escribí cuando hacía la mili y ella tenía ocho años, es decir unos cuarenta y siete años.
  Debo tener el corazón muy fuerte, (no me dio un infarto) tuve que devolverle el abrazo para aguantarme  y no caerme al suelo, mis emociones se desbordaron y no sabía cómo agradecerle el detalle, cuando ya estaba un poco calmado, me explicó el por qué las guardaba, dijo verás, cuando estaba en el colegio, presumía ante mis amigas que yo tenía un novio que me escribía cartas y pequeños poemas, cada vez que recibía una se las leía en el patio, era la envidia del cole, casi todas decían tener su novio pero a ninguna le escribían cartas tan bonitas, ahora cada vez que limpio el polvo en la librería, si tengo tiempo releo la primera que me sale, se las leí a mis hijos y ahora a mis nietos, por mi cumpleaños vuelvo a leerme la poesía que me escribiste entonces, es como recibir tu felicitación cada año.

Ya ves amigo, esto no tiene precio, un gesto así deja a uno fuera de sus casillas, pocas son las personas que escriben cartas y muchos menos los que las guardan durante tantos años, cuan importantes son las cartas escritas con el corazón, si siguiéramos escribiéndolas a amigos y familiares, seguro que tendríamos más amigos y mejores familiares, incluso si escribiéramos a los reyes magos tendríamos mejores regalos, fíjate que si escribiéramos a los políticos nuestros deseos e inquietudes en lugar de votarlos, no se atreverían a tratarnos como idiotas.

Recuperado pero emocionado por la sorpresa, te voy a contar la poesía que escribí a mi querida primita el año 1970, decía así.



Pajarillos de todo el mundo,

Que disfrutáis de la libertad.

Llevar esta carta a mi primita,

Que la quiero felicitar.



Ruiseñor de bellos cantos,

Canta al viento tu mejor melodía.

Que a través del eco del viento,

Lleve la felicidad a mi prima.



Si las flores más bellas del campo,

Tuvieran alma y movilidad.

Formarían un hermoso ramo,

Para desearte mucha felicidad.

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