Hoy
os voy a contar una triste historia, una de aquellas que no me gustaría contar
nunca, como a lo hecho hay que echarle pecho, voy a ello, soy consciente que
llegué a una edad en la que voy a más entierros que a bodas, casi cada día
tengo que hacer frente a la pérdida de un amigo o la noticia de algún achaque
que se interpone en la vida de alguien que quiero, también a esos momentos en
que uno se da cuenta que no puede reaccionar con la misma fuerza y rapidez que
lo hacía antaño, o simplemente un momento de debilidad en tu cansado cerebro
que te dice, (amigo tú no estás para estas cosas), creo que es ley de vida y
procuro ponerlo dentro de un contexto normal, no siempre lo consigo.
Viene esto a cuento porque hace aproximadamente un mes,
mi viejo bastón, compañero de travesías y buscasetas, se dobló por su desgaste
natural después de 15 años conmigo, tal vez porque cada vez tenía que soportar más
peso de este viejo caminante, o porque creía que su ciclo se había terminado,
el caso es que me dijo, (no puedo seguir apoyándote amigo mío, mis fuerzas se
me están agotando), enfadado, le recordé su historia a mi lado, desde que se
interpuso en mi camino en el valle de la Pineta, desde entonces caminamos y
disfrutamos de la vida, la naturaleza, superamos grandes pendientes y
dificultades, incluso me ayudó a romper las zarzas y aliagas que se interponían
en mi camino para detener mi marcha, dolido, pero consciente de que perdía un amigo, saqué mi lado más humano, le
acaricie y apretándolo fuertemente en mis manos le supliqué, ¡Dame tu apoyo un
mes más! Te prometo que encontraré un digno sustituto, luego podrás pedirme lo
que quieras, quiero darte un final digno a la altura de tu grandeza.Durante días recorrí desesperado todos los arboles del entorno, no encontré nada que pudiera parecerse a mi viejo bastón, conté mis penas a mi almohada, por fin una mañana al mirar al campo que hay enfrente de mi casa del pueblo, encontré la idea que me permitiría conseguir otro apoyo digno y adecuado a mis necesidades, (la naturaleza siempre nos da todo lo que necesitamos), una pareja de ciervos que salían temprano a comer el pasto fresco del rocío cada mañana, hace unos años paseando por esta pradera me encontré unos cuernos del macho, tal vez arto de lucirlos o perdidos en una batalla, ni siquiera me paré a pensar si es que la hembra era muy promiscua o que los machos los tenían por naturaleza.
Este es el ejemplar que yo guardaba en el almacén, a esperas de que mis dotes de artista aficionado encontraran la inspiración necesaria para crear una obra de arte, cogí el cuerno en mis manos y mis musas me dieron la idea de que una de las bifurcaciones podía servir de empuñadura, solo faltaba acoplarle un mango, entre las varas que guardo para el sostén de mis plantas favoritas, una fuerte, seca y recta de castaño fue la elegida, improvisé un taller, pedí algunas herramientas a los vecinos, en dos días ya tenía un precioso y artístico bastón.
Se lo enseñé a mi viejo compañero, pareció gustarle, los dejé solos toda la mañana para que pudiera transmitirle su experiencia, mis costumbres y manías, también mi ansia viajera, después de comer, fui a verlos dispuesto a hacer el cambio, de camino a la bodega, la cierva supuestamente causante de la cornamenta apareció por el prado a horas nada habituales, tal vez para ver que había hecho con los atributos de su pareja.
El viejo, triste pero altanero, primero me felicito por mi nuevo compañero, luego algo melancólico, me relato detalladamente sus últimas voluntades, nada de lloros, nada de flores, nada de abandonos, desaté toda mi furia, con un pisotón en el suelo, ¿Cómo puedes dudar de mi compañero? Siempre te limpie mi sudor cundo llegaba a casa, te mime como a un niño, siempre te protegí de todos los males, reparé las heridas de tanto viaje, no te rompí en la cabeza de algunos, a pesar de tener ganas, siempre te mostré orgulloso a los que compran bastones caros, siempre te fui fiel y seguí el camino que me señalaste.
El cabrón se echo a reír, con sorna me dijo, (ya conseguí sacarte de quicio, viejo roñon) ahora solo te pido que me incineres en tu vieja cocina de leña, con el calor de mi leña hagas un café y brindes con tu nuevo compañero de viaje, con un chupito de arándanos que tienes en la bodega, después recoges mis cenizas, las siembras en tu huerto, pues quiero seguir dándote la lata, si algún día te sientes triste y melancólico, me recitas un poema de esos que recitas a tus amigas, ahora date prisa en cumplir mi voluntad, antes de que me cruce en tus piernas y haga que ruedes por los suelos.
Solo pude darle un beso de despedida, me gire y salí
corriendo para que no me viera llorar, sería capaz de saltar a mi cabeza.
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