Esta
mañana, me fui a disfrutar de la feria de año a Piedrafita, la única que en
todo el año se exhibe ganado, yo que soy un entusiasta, disfruté como un niño, viendo
y comentando los mejores ejemplares, después de feriar lo poco y lo mucho, nos
fuimos a tomar unos vinos a un restaurante, a la entrada del comedor un cartel
decía, ¡Encargue su menú para un mejor servicio!.
Nos sirvió los vinos una guapa y profesional camarera,
acompañando los vinos con unos callos con garbanzos por cortesía de la casa, al
tiempo que nos servía le dije. Tome nota señorita, para comer este mediodía, me
sirve un chuletón de kilo y medio de este ejemplar, (le mostré la foto) de mil
seiscientos ochenta kilos, que he visto en la feria, al rato regresa y me dice,
verá señor, el jefe de cocina dice que esto tardará un poco. No importa, le contesté, desde que estoy
jubilado se que los días vienen pegados y si un día no se puede acabar una cosa
se continua el siguiente, sírvanos otros vinos
y dígale al jefe de cocina que los callos son excelentes, nos sirvió los
vinos con sus correspondientes callos de cortesía, al rato me dice, señor el
gerente me dice que su menú será un poco caro, tendrá que comprar todo el toro
para un solo chuletón de kilo y medio, (Perdone mi querida camarera, yo no le
puse precio a nada) desde que tengo mi tarjeta Black nada me parece caro, solo
pongo mi pin y no toco ni un billete, dígale al gerente que su restaurante es
el mejor, gracias a su profesionalidad y buen hacer, pero traiga otros vinos
para que la espera sea lo más alegre posible.
Al cabo de un rato, regresa y muy amablemente me dice,
¡Amable señor y mejor cliente! El director y dueño de este prestigioso
restaurante dice, su menú será servido en un par o tres de días, primero
tendrán que comprar el toro, luego matarlo. Salté como un resorte de mi asiento
y le dije, ¡Anule mi encargo, señorita!, comeré uno de los veinte pulpos que mi
amigo el pulpero echó en la caldera a cocer ya muertos, matar un solo animal,
para que yo coma, seria un cargo muy grande para mi conciencia.
Pagué los vinos, esta vez en metálico, dejando un euro
de propina a tan eficiente camarera.
P.D. Dedicado a mis contradiciones.
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