viernes, 4 de noviembre de 2016

Mi amigo Vicente



Este es mi amigo Vicente, lo bautizó su dueño con este nombre en homenaje a un médico que lo trató y su diagnostico no fue muy acertado, pero siempre aclara que no todos los doctores tienen que llamarse Vicente .
Aclarado el entuerto, Vicente cada mañana cuando su dueño lo lleva a pacer al prado, se para delante de mi puerta, para darme los buenos días, por la tarde al regresar a casa, también se para, esta vez para saber mi voluntad, a menudo, una hoja de mis famosas berzas, pan, fruta, un puñado de hierba, etc. Siempre que puedo voy a verlo al prado, el agradece mi visita haciendo carreras y piruetas, entre las cuales su favorita es ganar la cebada revolcándose donde hay más polvo o barro, es un guarrillo feliz.
El otro día yo venía de recoger de mi huerto, pimientos de Padrón y Mougan, como estuve unos quince días fuera crecieron algo más de la cuenta, la consecuencia es que pican demasiado, hice una fritada y me duró tres comidas, con un solo par de ellos ya no me quedaban lágrimas, ni podía anestesiar más mi boca. Al ver a Vicente, le dije (quieres uno Vicente) quería comprobar el grado de inteligencia de mi amigo, “yo siempre creo que los animales son más listos que las personas” lo olió y pareció decir esto no lo probé nunca, lo saboreo mientras lo masticaba, pronto empezó a enseñar los dientes como si le entrara un ataque de risa, luego buscaba hierbas frescas en la orilla del camino para apagar el fuego de su boca, arrastraba a su dueño para que lo llevara a casa, allí se bebió un cubo de agua, ignoro cómo pasó la noche.
Supongo que tuve un momento de enajenación mental transitoria, para gastar una broma tan pesada a mi buen amigo, tal vez tuve la tentación de gastar una de esas bromas que a veces gasto a los buenos amigos, sin contar que esta vez se trataba de un pobre animal.
Aunque después me reí un rato, comentando la valentía con los vecinos, por la noche me pareció un disparate y me costó dormir, “tal vez mi almohada, me recordaba que no había obrado con sensatez” el caso es que por la mañana le estaba esperando, para pedirle disculpas, cuando se acercaba pensé que podía devolverme la broma con una coz de esas que mandan al infierno, vino decidido como cada día, le miré a los ojos y no había ni restos de rencor, le di un abrazo mientras le acariciaba pidiéndole disculpas, por la tarde le di un par de madalenas para endulzar su paladar.
 Ahora que me acuerdo, disculpas también a los que a veces fueron víctimas de mis pesadas bromas.

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