Este
verano me tomé un respiro en mi gira veraniega, en los alrededores del lago de Carucedo,
después de un refrescante baño, encontré esta finca de calabazas, observando la
variedad de ellas, me di cuenta, que una de ellas tenía un nombre escrito e
incrustado en su piel, por el
crecimiento de la misma, tal vez una bella dama, había escrito
su nombre en ella, no sé que
pretendía con eso, quizá le puso su nombre para que la calabaza fuera tan
hermosa como ella, tal vez dejo su nombre como una pista al galán que se
atreviera a seguir sus pasos, o simplemente dejar constancia de que había
pasado por allí.
Recodé entonces
que según una leyenda, decía que el lago se formó por las lagrimas desesperadas
de una bella dama, al no poder conseguir los favores de un general francés, en
la época de los romanos, tal vez esta bella dama quedó encantada en la zona y
cada año vuelve a ver si encuentra a su amor en el lago, el caso es que solo se
que se llamaba Dorotea, recordé entonces que Dorotea era una canción que
cantábamos en la juventud, casi siempre cuando estábamos borrachos, luego se me
vino a la cabeza, que todo el campo podía representar los NO que nos dicen a lo
largo de la vida, los desengaños, los tropiezos, las frustraciones, las
oportunidades que nos pasan inadvertidas, aunque mi ego me paró en las mozas que no quisieron
escuchar mis peticiones de amistad, ellas se lo perdieron.
Pensé que estas enormes calabazas son tan grandes y
pesadas, porque están llenas de todas las amarguras y frustraciones que arrastramos, suerte que tenemos a la madre
naturaleza que convierte todos esos sinsabores en un fruto dulce y delicioso,
al igual que toda la basura que le lanzamos, nos la devuelve hecha alimento
sano y sabroso.
Luego pensé que si nosotros fuéramos capaces de
reciclarnos y pedir perdón a los que hemos ofendido alguna vez, tendiéramos la
mano a aquellos que necesitados nos la piden, escucháramos a los que nos dan
consejos, compartiéramos nuestras migajas, abrazáramos a los faltos de amor, ayudáramos
a los necesitados y fuéramos por la vida predicando la paz, otro mundo sería
posible.
Cuando desperté de mi pesadilla estaba al lado del
lago, a la sombra de los arboles que hacen que te sientas como en el paraíso, después
me bañé para relajarme mientras disfrutaba de la belleza del entorno, pero mi
curiosidad me llevaba a pensar que tal vez era verdad y que la calabaza
existía, tuve que ir a ver si era verdad que había fincas de calabazas, había
varias, pero ninguna coincidía con la de mis sueños, a pesar de ello seguí
mirando cada una de las calabazas por si
encontraba la de Dorotea, ni rastro, debió ser que mis sueños eran en parte
reales, llevado por la emoción que acumulé en mi cerebro al encontrarme en este
paisaje, solo conseguí que el brillante sol, casi quemara mi calva desprotegida.
Regresé al lago, pensativo y casi incrédulo,
confundiendo los sueños y la realidad, no acertaba a creer que soñando con una
finca de calabazas estuviera en un sitio donde había varias, tampoco entendía
por qué en mis sueños buscaba a Dorotea, nunca conocí ninguna con este nombre,
el caso es que pasé un día tan feliz que me parecía vivir otro sueño, Ya lo
dijo Calderón, (que la vida es solo un
sueño y que los sueños, sueños son.)
Dedicado al Sr. Del chiringuito, sin él, el lago y su
entorno no sería lo mismo, siempre dispuesto a servir una cervecita fría o
preparar un buen ágape si se lo pides.
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