viernes, 30 de septiembre de 2016

SOUTO DOS MADALOUCOS



Hoy os cuento una historia que empieza aquí , esto hace más de cincuenta años, se llamaba San Tirso y su barrio las Lamas, solo los separa un riachuelo, en invierno baja con un buen caudal, debido a la pendiente y las aguas del deshielo puede ser peligroso, pero en verano se puede cruzar sin mojarse ni la pantorrilla.
Digo esto, por que  cuando se casaba uno de un lado del rio con otra del otro lado, el novio tenía que pagar el piso a los del lado de la novia, eso sí, le daban la opción de pagar el piso o cruzar el rio, como digo en verano no era peligroso, pero se consideraba una deshonra, pasar el rio. Lo del piso era una especie de peaje, que consistía en unos litros de vino y unos chorizos, más o menos, lo que sería una despedida de solteros, pero a lo tradicional.
Desde hace unos cincuenta años el que llamaban barrio se convirtió en pueblo, hoy son San Tirso en primer plano de la foto, al fondo al otro lado del rio Las Lamas, su término territorial es el mismo, las fincas están mezcladas y los territorios comunes indivisos, más allá de algunas bromas de lo mío es mejor que el tuyo, conviven, colaboran y se ayudan unos a otros sin importar en qué lado del rio viven.

Ahora que ya conocemos algo de su historia, os cuento otra mucho más interesante, hace más de 500 años, según unos, más de 800 según otros, (nadie tiene papeles), estos pueblos cedieron al pueblo vecino de Laballós, unos 7000 metros cuadrados de su territorio común, para que pudieran plantar castaños, ya que en Laballós, según decían no se daban, plantaron entonces unos sesenta castaños, con derecho a cuidarlos y recoger las castañas, pero no podían cortarlos ni plantar de nuevos, el territorio seguía siendo propiedad de los pueblos, aunque parezca raro no lo es tanto, es bastante común encontrar castaños en fincas de otros, las familias cuando un hijo o hija se casaba fuera de casa, solían darle como dote uno o varios castaños, pero no la finca donde estaban plantados, esta se daba al heredero, tenemos que recordar que en aquellos años, las castañas eran uno de los alimentos principales básicos de las familias, después del pan, (las patatas casi no se cultivaban,) desde noviembre hasta julio las castañas se comían de todas las formas posibles, incluso el caldo de castañas, aunque hay un refrán que dice, (eres más rancio que el caldo de castañas en el mes de agosto).

Bien pues este es hoy el resultado ¿después de cientos de años?, el soto dos Madaloucos.
A consecuencia de esta peculiaridad, los castaños crecieron, soportaron los duros inviernos, los fuegos que quemaban todo el monte, (algunos intencionados) eso si dejando la huella marcada en sus troncos, pero ahí siguen en pie, este al que yo le llamé mi Negro, consiguió separarlo, pero no acabar con él, sigue dando sus codiciados frutos, que a veces nadie recoge.

A este yo le bautice como el Padre, por la cantidad de hijos que tiene, su corazón está relleno de su propia madera podrida, que convertida en abono le da fuerzas para seguir manteniendo sus ocho metros de diámetro, al tiempo que sustenta sus diez hijos, bien alimentados y sanos, dignos de admirar y ejemplo de sostenibilidad.

El Amigo, le llamé así porque ya hace cincuenta años cuando cuidábamos el ganado, nos servía de refugio de la lluvia y el viento, cuando no de la nieve, siempre estaba dispuesto a dar cobijo hasta media docena de pastores, el día 28 de agosto de 2016 cuando le hice esta foto, no pude resistir la tentación de meterme en su interior, durante un buen rato me sentí a salvo de todo, nada ni nadie podría con mi amigo, fluían en mi los recuerdos, sin darme cuenta, hasta sentí un escalofrío, como en los días duros que él me daba su abrigo.
También recordé, la broma de un amigo que escondido, subido en sus ramas, cuando tres vecinos acudimos a abrigarnos de la lluvia, soltó su lluvia ácida sobre nosotros.  
Luego le di un abrazo largo como solo se da a los amigos, al tiempo que le daba las gracias por el caloret.


El tumbao, parece imposible que unas raíces invisibles puedan aguantar tantas toneladas, solo le pude decir ¡Se fuerte Luis, se fuerte! Después apoyé mi hombro debajo de su tronco para que sus raíces descansaran un ratito, no necesitaba mi ayuda, sigue fuerte como un mocetón.
Por cierto, lo de más fuerte que un roble deberían cambiarlo al menos que alguien me demuestre lo contrario.


A este le llamé Desparramado, aprovechando un hueco que quedaba a la izquierda, amplió sus dominios para echar dos troncos más de los cinco que ya tenía, sentado a su lado y apoyado en su enorme tronco, empecé a madurar esta historia, tenía que hacer un pequeño homenaje a este conjunto de unos cincuenta castaños que escondidos y casi olvidados por sus dueños y por todos los vecinos, sobreviven a los avatares de los tiempos y al paso de los siglos.



Podía contaros miles de anécdotas vividas en mi adolescencia en tan hermoso paraje, pero la rabia se está apoderando de mí, parece mentira que un sitio como este no aparezca como patrimonio de la humanidad, para ser cuidado como se merece y visitado por todos aquellos, que como yo aman, disfrutan, cuidan y sueñan tumbados en cualquier paraje que huela a naturaleza. A pesar de que está a cien metros de la autovía A6 solo se puede acceder a través de las gateras de la autovía y de los túneles que los jabalís hacen debajo de las zarzas que cubren el camino de acceso, para no ser políticamente incorrecto, solo voy a usar mi dedo acusador,  para dar un ZASCA a los que pueden y no hacen nada por mi paraíso.
P.D. Dedico esta historia a mi amiga María Luisa González, ella que tanto admira la naturaleza y que es una mujer luchadora, sabrá poner mi paraíso en el mapa.

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