Hoy os cuento una historia que empieza aquí
,
esto hace más de cincuenta años, se llamaba San Tirso y su barrio las Lamas,
solo los separa un riachuelo, en invierno baja con un buen caudal, debido a la
pendiente y las aguas del deshielo puede ser peligroso, pero en verano se puede
cruzar sin mojarse ni la pantorrilla.
Digo esto, por que cuando se casaba uno de un lado del rio con
otra del otro lado, el novio tenía que pagar el piso a los del lado de la
novia, eso sí, le daban la opción de pagar el piso o cruzar el rio, como digo
en verano no era peligroso, pero se consideraba una deshonra, pasar el rio. Lo
del piso era una especie de peaje, que consistía en unos litros de vino y unos
chorizos, más o menos, lo que sería una despedida de solteros, pero a lo
tradicional.
Desde hace unos cincuenta años el que llamaban barrio
se convirtió en pueblo, hoy son San Tirso en primer plano de la foto, al fondo
al otro lado del rio Las Lamas, su término territorial es el mismo, las fincas
están mezcladas y los territorios comunes indivisos, más allá de algunas bromas
de lo mío es mejor que el tuyo, conviven, colaboran y se ayudan unos a otros
sin importar en qué lado del rio viven.
Ahora
que ya conocemos algo de su historia, os cuento otra mucho más interesante,
hace más de 500 años, según unos, más de 800 según otros, (nadie tiene
papeles), estos pueblos cedieron al pueblo vecino de Laballós, unos 7000 metros
cuadrados de su territorio común, para que pudieran plantar castaños, ya que en
Laballós, según decían no se daban, plantaron entonces unos sesenta castaños,
con derecho a cuidarlos y recoger las castañas, pero no podían cortarlos ni
plantar de nuevos, el territorio seguía siendo propiedad de los pueblos, aunque
parezca raro no lo es tanto, es bastante común encontrar castaños en fincas de
otros, las familias cuando un hijo o hija se casaba fuera de casa, solían darle
como dote uno o varios castaños, pero no la finca donde estaban plantados, esta
se daba al heredero, tenemos que recordar que en aquellos años, las castañas
eran uno de los alimentos principales básicos de las familias, después del pan,
(las patatas casi no se cultivaban,) desde noviembre hasta julio las castañas se
comían de todas las formas posibles, incluso el caldo de castañas, aunque hay
un refrán que dice, (eres más rancio que el caldo de castañas en el mes de
agosto).
Bien pues este es hoy el resultado ¿después de cientos
de años?, el soto dos Madaloucos.
A
consecuencia de esta peculiaridad, los castaños crecieron, soportaron los duros
inviernos, los fuegos que quemaban todo el monte, (algunos intencionados) eso
si dejando la huella marcada en sus troncos, pero ahí siguen en pie, este al
que yo le llamé mi
Negro, consiguió separarlo, pero no acabar con él, sigue
dando sus codiciados frutos, que a veces nadie recoge.
A
este yo le bautice como el
Padre, por la cantidad de hijos que tiene, su corazón está
relleno de su propia madera podrida, que convertida en abono le da fuerzas para
seguir manteniendo sus ocho metros de diámetro, al tiempo que sustenta sus diez
hijos, bien alimentados y sanos, dignos de admirar y ejemplo de sostenibilidad.
El
Amigo, le llamé así porque ya hace cincuenta años cuando
cuidábamos el ganado, nos servía de refugio de la lluvia y el viento, cuando no
de la nieve, siempre estaba dispuesto a dar cobijo hasta media docena de pastores,
el día 28 de agosto de 2016 cuando le hice esta foto, no pude resistir la
tentación de meterme en su interior, durante un buen rato me sentí a salvo de
todo, nada ni nadie podría con mi amigo, fluían en mi los recuerdos, sin darme
cuenta, hasta sentí un escalofrío, como en los días duros que él me daba su
abrigo.
También recordé, la broma de un amigo que escondido,
subido en sus ramas, cuando tres vecinos acudimos a abrigarnos de la lluvia,
soltó su lluvia ácida sobre nosotros.
Luego le di un
abrazo largo como solo se da a los amigos, al tiempo que le daba las
gracias por el caloret.
El tumbao,
parece imposible que unas raíces invisibles puedan aguantar tantas toneladas,
solo le pude decir ¡Se fuerte Luis, se fuerte! Después apoyé mi hombro debajo de
su tronco para que sus raíces descansaran un ratito, no necesitaba mi ayuda,
sigue fuerte como un mocetón.
Por cierto, lo de más fuerte que un roble deberían
cambiarlo al menos que alguien me demuestre lo contrario.
A este le llamé
Desparramado,
aprovechando un hueco que quedaba a la izquierda, amplió sus dominios para
echar dos troncos más de los cinco que ya tenía, sentado a su lado y apoyado en
su enorme tronco, empecé a madurar esta historia, tenía que hacer un pequeño
homenaje a este conjunto de unos cincuenta castaños que escondidos y casi
olvidados por sus dueños y por todos los vecinos, sobreviven a los avatares de
los tiempos y al paso de los siglos.
Podía
contaros miles de anécdotas vividas en mi adolescencia en tan hermoso paraje,
pero la rabia se está apoderando de mí, parece mentira que un sitio como este
no aparezca como patrimonio de la humanidad, para ser cuidado como se merece y
visitado por todos aquellos, que como yo aman, disfrutan, cuidan y sueñan
tumbados en cualquier paraje que huela a naturaleza. A pesar de que está a cien
metros de la autovía A6 solo se puede acceder a través de las gateras de la
autovía y de los túneles que los jabalís hacen debajo de las zarzas que cubren
el camino de acceso, para no ser políticamente incorrecto, solo voy a usar mi
dedo acusador, para dar un ZASCA a los
que pueden y no hacen nada por mi paraíso.
P.D. Dedico esta historia a mi amiga María Luisa
González, ella que tanto admira la naturaleza y que es una mujer luchadora, sabrá
poner mi paraíso en el mapa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Dejame un comentario