Mi excursión O
Cebreiro.
Tal
vez por seguir la tradición, o por gastar el efecto de los excesos, el caso es
que ayer 9 de septiembre, emprendí una peregrinación, era el día del Santo Milagro,
día de acudir al Cebrero, a pie, en coche, o por los medios que cada uno le
apetezca, rematando la jornada con un copioso ágape campestre, o con unos
bailes para rebajar los excesos.
Yo partí desde aquí, siguiendo más o menos el camino de
Santiago más primitivo, que coincide casi todo con el cortafuego de la derecha siguiendo
el cerro y termina en el fondo de la foto o sea en el Cebrero, la subida es
potente ya que parto de unos 500 metros de altitud y acaba a más de 1400 m.
Ya cerca de lo más alto los edelweiss llenaban de
hermosura mis pasiones internas, dándome fuerza para aliviar el cansancio
acumulado en la dura subida, una hora veinticinco minutos sin apenas parar,
solo pequeñas pausar para almacenar tanta belleza.
Una
vez en lo más alto, en la torre de comunicaciones, paré el cronometro, era la
hora de disfrutar de los alrededores, me sentí como un pequeño gigante, al
mirar los cinco gigantes que dominan el entorno, hacía el norte los Ancares,
Pena Rubia con más de 2000 metros parecía estar al alcance de mi mano.
Al mirar al este, casi me da un ataque de risa, el
gigante Capeloso, con sus 1603 metros, al que veo desde la ventana de mi
habitación como algo inalcanzable, parecía quedarse a mis pies, incluso me
permití mofarme de él llamándole enano, (hoy puedo mirarte incluso por encima
de tu caseta, pequeño monstruo) le dije.
Empecé
el viaje de regreso, tenía que bajar al Cebrero para reponer las energías
consumidas, el depósito de mis reservas energéticas ya encendía las luces de
alerta, lo primero era visitar a mi amigo el pulpero que me preparó un criollo
con pan y vino, para poder continuar mi camino.
Luego saludar al Santo Milagro, que era el homenajeado
en este día, yo no soy creyente y no esperaba ganar ninguna indulgencia ni
perdón, solo era cuestión de respeto a los que creen en él, cuando me
encontraba ante él se me vino a la cabeza rememorar una excursión que hicimos
un grupo hace casi 25 años, con todo mi respeto le dije (Santo Milagro, dame
fuerzas para seguir mi camino y si puede ser me vuelves a la edad que tenía
entonces) la primera ya me la concedió, la segunda no, de momento.
Después de feriar un poco, tomé un café caliente y un
chupito reconstituyente, era como darme un capricho entre tantas emociones.
Tomé
la salida hacia Rubiais, igual que aquella vez, lleno de ilusión y fuerzas
nuevas, subí el pequeño repecho que hay antes de tomar la bajada a todo trapo.
Paré
en la fuente a rememorar mis años mozos, para dejar constancia, tomé una foto
con mi mochila y el inseparable bastón, mientras echaba un trago para
hidratarme del calor y el sudor de mí desenfrenada marcha.
Sin darme cuenta se me estaba haciendo tarde, tenía que
compartir mesa y manteles con mi santa esposa que había quedado guisando
ternera con chantarelos, que tuve la suerte de recoger antes de que el verano
secara los sotos donde suelen salir.
Raudo y a toda velocidad pasé por la Faba
sin parar ni siquiera a rezar en la taberna, a la una estaba en casa a tiempo
de ducharme y poner la mesa.
Luego solo dormí la siesta, había que reponerse,
prometí y por supuesto cumplí, tenía que ir a Ponferrada a disfrutar escuchando
y bailando con la ROYAL, para mí la mejor, no solo tocan bien, además te
permiten piropear a la pareja al oído sin chillar, su volumen de decibelios
siempre está al gusto de los bailarines.
Mis datos de viaje.
Salida de San Tirso a las 9 horas, llegada a las 13 horas.
Distancia 18 km. Aprox.
Tiempo total empleado, 3 horas, 28 minutos y 53 segundos.
Desnivel más de 900 metros. Total subida 1 hora 25 minutos.
Media 11 minutos 39 segundos por km. Recorrido. Dificultad media alta.
P.D. esta historia se la dedico a mi amigo Anxo Toimil,
le invité a compartir esta aventura, el que es un mocete muy inteligente, buena
persona y diplomático, me dijo que era una ruta muy bonita, que le gustaría
hacerla con un experto como yo, pero que él estaba loco, pero no lo suficiente
para acompañarme.
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