DEDICADO
A MI AMIGA EUGENIA PIÑEIRO,
Por
su relato de la vitrocerámica de la abuela, en mi caso no era de la abuela si
no de mi madre, yo no había nacido ya que fue instalada en el año 1946, (ahora
en primavera cumplirá setenta años,) ella contaba con orgullo que tuvo que
vender tres castaños de su herencia para poder comprarla.
No estoy muy de
acuerdo con la comparación, en mi niñez, esta cocina fue mucho más que una simple cocina, era también el calentador, ya
que su depósito siempre tenía el agua hirviendo, como no teníamos cuarto de
baño, mi madre ponía el balde de la ropa, yo me ponía dentro y con el agua del depósito
temperada y un cazo me duchaba, está tan presente en mi mente que cuando voy al
pueblo y enciendo la cocina repito la misma rutina, esta vez ayudado por mi
mujer, eso si dentro de la bañera.
También
era el horno donde se hacían los mejores asados, nada comparado con los de
ahora, el capón, el cordero y sobre todo los pasteles, claro que las materias
primas eran mejores y sobre todo mas naturales, tenía las gallinas gordas y se
criaban en libertad, libres en el huerto y en la era, aunque a veces tenían que pagar
el precio de la libertad alimentando algún zorro o águila real, cuando tenían que
poner, le venían avisar y mi madre las subía al ponedero.
Los huevos eran como un manjar, no siempre se podían comer,
pues era una fuente segura de ingresos para poder comprar otras cosas también necesarias,
siempre se los tenia pedidos una señora de la jet que le compraba todos los que
pudiera venderle, pagando siempre dos pesetas más.
Decía que las gallinas gordas y criadas en libertad y
bien cubiertas por un buen gallo eran mucho más felices, como cualquier hembra
y eso se notaba en su producción.
Además,
también era la calefacción de toda la casa, no debemos olvidar que esta cocina
está en la segunda casa de la derecha en este pueblo, en los inviernos duros,
la pobre cocina trabajaba día y noche, con la puerta del horno abierta para dar
más confort, incluso algún invierno quemando carbón de piedra, esto hizo que
con la edad y tantos esfuerzos la pobre ya esté un poco deteriorada, si algún
día la cambio, la pondré expuesta en la bodega para rendirle mi admiración y
tributo, tengo que agradecerle el calor que puso en mi crecimiento.
Ya ves amiga Eugenia, que a veces hacemos comparaciones
poco afortunadas, nunca ninguna vitro podrá dar tanto, cuando una vitro se
acaba la tiramos con los trastos viejos, ni nos acordaremos de sus asados ni
calores y mucho menos de su compañía durante tantos años.
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